Lázaro Cárdenas, presidente de México tras la revolución, gobernaba desde la izquierda progresista el país cuando tuvo lugar la Guerra Civil española y comenzaron a llegar a México cientos de miles de exiliados.
Ante este hecho, sus ministros le aconsejaron que hiciese una selección en su acogida. “A los que han luchado por el gobierno legítimo de su país no se les puede ofender con un interrogatorio”, contestó el presidente.
Cárdenas concedió la nacionalidad mexicana a todos los refugiados españoles que la solicitaron, fundando la Casa de España en México con fines igualmente integradores, pues a través de ella se intentaba que los desterrados consiguieran tareas profesionales iguales o similares a las que hubiesen tenido en España.
Ante este recibimiento por parte de las autoridades y la sociedad mexicana, muchos españoles expatriados acabaron sintiéndose como en casa dentro de los círculos culturales mexicanos. Fue el caso del filósofo José Gaos, de quien son estas declaraciones:
Aceptamos como destino, que pronto reconocimos bienvenido, la América en que podríamos prolongar sin defección la tradición del liberalismo español, que reconocíamos había sido la tradición triunfante en la independencia de estos países y en sus regímenes liberales. Exactamente por lo mismo, no pudimos sentirnos extraños en países en los cuales encontrábamos empujada hacia el futuro la tradición misma por fidelidad a la cual habíamos sido proyectados sobre ellos.
Fuente: El significado histórico del exilio de 1939, José Luis Abellán.
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