Salido del cuerpo de oficiales del Ejército –habiendo alcanzado la máxima autoridad bajo el Gobierno cedista radical-, Franco se hizo con el poder siendo conservador, católico, nacionalista, y creyendo en una política autoritaria. Y el ideario impuesto en la dura posguerra sería el calco de esta definición de Franco.
El contenido del libro El franquismo, de Standley G. Payne –historiador estadounidense, “hispanista autodidacta” y especialista en el fenómeno del fascismo- puede resumirse en esta afirmación: el régimen franquista consistió en obligar a todo un país a adoptar los valores y las ideas de Franco. Esta identificación “dictadura-dictador” (la misma, salvando las distancias, que la de “reino-rey” en las monarquías absolutas del S. XVII) también ocurrió con Hitler (hitlerismo), e incluso con los líderes soviéticos (leninismo, estalinismo).
¿Y cómo, pues, fue la cultura durante el Régimen? Si algo he sacado en claro de esta primera lectura –mi primer acercamiento a nuestra investigación-, es que habremos de diferenciar desde el comienzo de nuestro trabajo entre cultura (la oficial: una especie de fascismo catolizado que pretendía anular cualquier disidencia o desobediencia) y contracultura (la que consiguió existir, en algunas calles y editoriales, sorteando los filtros y controles del franquismo). Términos que se corresponden, irónica y respectivamente, con los de contrarrevolución (la emprendida por el bando nacional) y revolución (la llevada a cabo, pese a los obstáculos, por los que se convertirán en la oposición, los enemigos del Régimen).
Por este motivo, previamente al desarrollo de nuestro trabajo –el análisis de esta cultura de doble filo del período franquista (centrándonos, imagino, más en la parte dominante que en la perseguida y silenciada)-, me ha parecido interesante resaltar este hecho. Que Franco no lo logró. Que no hubo una cultura homogénea durante la larga posguerra, porque siempre hay excepciones y, por ellas, nunca un pueblo podrá asumir una misma forma de pensar y vivir.
A modo de ejemplo, para terminar, cabe destacar el hincapié que hace Standley G. Payne en diferenciar la retórica púrpura del Régimen (con su célebre frase: “Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios”) de la opinión de la voz popular (y es que no tardó en oírse un sarcástico “Francisco Franco, Caudillo de España por una gracia de Dios”).
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