Carmen Martín Gaite, novelista nacida en Salamanca, acertó plenamente al bautizar la cultura engendrada en la época del franquismo como la cultura de la evasión, pues fue el fruto, más que de una política afirmativa de producción de una cultura oficial, de una política negativa del control de toda producción creativa.
Desmovilizando a España mediante un entretenimiento revisado, medido, aprobado o censurado, el Régimen jugaba cartas de manipulación en su juego de gobierno, con excusas ya muy vistas en el pasado: la creación de una identidad nacional homogénea basada en lo que fueran los fundamentos de la riqueza de antaño, herencia de esta nueva era: la religión y la recuperación del dogma católico, la exaltación nacionalista y la glorificación del espíritu y las virtudes militares como bandera común a todo el que estuviera dentro de sus fronteras persiguiendo a quien osara ir en contra. Todo en un estilo menos ambicioso en territorio pero más iluso en objetivo, pues las cosas habían cambiado mucho desde entonces, que el Universitas Christiana de Carlos V.
El Generalísimo rechazó tanto las nuevas tendencias que bañaban al mundo occidental, y todo el avance que se había hecho en el país durante el siglo XIX, que lo calificó en un discurso de 1950 como el siglo que quisiéramos eliminar de nuestra historia, como la negación del "espíritu español". Tan marcada es esta incompatibilidad que lo único que acepta del siglo anterior es la Guerra de la Independencia; todo lo demás que respiraba, producto de aquellos días, solo conduce al marxismo y al enemigo comunista, al que hay que evadir.
¿Dónde reside entonces, según el Caudillo, el espíritu español?
Es, aparentemente, el momento de estirar las manos y recibir la herencia del verdadero pasado, del pasado oficial: los Reyes Católicos, el descubrimiento y la obra en América, Cisneros, Carlos V, Felipe II... y en estética, el Siglo de Oro y su suntuosa métrica, la arquitectura de El Escorial, los imagineros castellanos, la poesía neoclásica del Renacimiento, la espiritualidad de los místicos españoles...
Metidos ya de pleno en el contexto y con unas ideas generales para entender la época, empezamos a concretar en asuntos puntuales que conciernen a todo lo relacionado a la cultura durante el franquismo. Divididos los temas, Lucía Alonso se encargará de lo que el silencio en el país gritaría en el exilio, Samuel Lara de lo que el cine del momento reflejará, denunciará o pretenderá enseñar, Fernando López expondrá lo que el Régimen consideraba la verdadera cultura, Marina Escorzo los métodos educativos que usaba (o la educación que suprimía) para enseñar dicha cultura, y una servidora, de las características de la arquitectura y la pintura como pruebas bien tangibles, bien metafóricas, que la época utilizó para retratar, en dibujos o edificios, un momento tan controvertido y clave en la Historia de España.
Fuente de datos: España: sociedad, política y civilización (siglos XIX y XX), de José María Jover Zamora, G. Gómez-Ferrer Morant y J.P. Fusi Aizpurúa.
Desmovilizando a España mediante un entretenimiento revisado, medido, aprobado o censurado, el Régimen jugaba cartas de manipulación en su juego de gobierno, con excusas ya muy vistas en el pasado: la creación de una identidad nacional homogénea basada en lo que fueran los fundamentos de la riqueza de antaño, herencia de esta nueva era: la religión y la recuperación del dogma católico, la exaltación nacionalista y la glorificación del espíritu y las virtudes militares como bandera común a todo el que estuviera dentro de sus fronteras persiguiendo a quien osara ir en contra. Todo en un estilo menos ambicioso en territorio pero más iluso en objetivo, pues las cosas habían cambiado mucho desde entonces, que el Universitas Christiana de Carlos V.
El Generalísimo rechazó tanto las nuevas tendencias que bañaban al mundo occidental, y todo el avance que se había hecho en el país durante el siglo XIX, que lo calificó en un discurso de 1950 como el siglo que quisiéramos eliminar de nuestra historia, como la negación del "espíritu español". Tan marcada es esta incompatibilidad que lo único que acepta del siglo anterior es la Guerra de la Independencia; todo lo demás que respiraba, producto de aquellos días, solo conduce al marxismo y al enemigo comunista, al que hay que evadir.
¿Dónde reside entonces, según el Caudillo, el espíritu español?
Es, aparentemente, el momento de estirar las manos y recibir la herencia del verdadero pasado, del pasado oficial: los Reyes Católicos, el descubrimiento y la obra en América, Cisneros, Carlos V, Felipe II... y en estética, el Siglo de Oro y su suntuosa métrica, la arquitectura de El Escorial, los imagineros castellanos, la poesía neoclásica del Renacimiento, la espiritualidad de los místicos españoles...
Metidos ya de pleno en el contexto y con unas ideas generales para entender la época, empezamos a concretar en asuntos puntuales que conciernen a todo lo relacionado a la cultura durante el franquismo. Divididos los temas, Lucía Alonso se encargará de lo que el silencio en el país gritaría en el exilio, Samuel Lara de lo que el cine del momento reflejará, denunciará o pretenderá enseñar, Fernando López expondrá lo que el Régimen consideraba la verdadera cultura, Marina Escorzo los métodos educativos que usaba (o la educación que suprimía) para enseñar dicha cultura, y una servidora, de las características de la arquitectura y la pintura como pruebas bien tangibles, bien metafóricas, que la época utilizó para retratar, en dibujos o edificios, un momento tan controvertido y clave en la Historia de España.
Fuente de datos: España: sociedad, política y civilización (siglos XIX y XX), de José María Jover Zamora, G. Gómez-Ferrer Morant y J.P. Fusi Aizpurúa.
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