Durante la guerra, los latidos de la arquitectura solo se dejaron oír en alguna exposición internacional (Exposición Internacional en París en 1937 y en la XXI Bienal de Venecia, por ejemplo), y su respiración dentro del país se vio asistida por el intento de los republicanos de proteger lo que era para ellos su patrimonio cultural; prueba de ello fue el traslado de las obras del Museo del Prado a Suiza después de que impactaran contra su edificio nueve bombas, o cubrir a Cibeles con sacos de arena para protegerla de los bombardeos. La idea de desarrollar nuevas ideas o proyectos era impensable frente a la realidad devastadora de la guerra, la creación parecía muerta.


El desenlace de la guerra hará que el camino por el que paseaba el arte hasta entonces se vea redireccionado: solo la referencia al término resulta polémica, pues más que la creación o desarrollo de estilos en cualquiera de sus campos, se hace del arte y sus brazos un utensilio de difusión para una ideología.
Así pues, el Régimen alzará edificios que serán escaparate, discurso y razón de su proyecto e ideales, y excusa y explicación de su guerra. Incluso utilizará los vestigios de los enfrentamientos como estrategia política haciendo rutas por las ruinas, señalándolas como evidencias del mal republicano y recordatorio de la obtención de su poder: el Alcázar de Toledo (en ruinas hasta los años 60), las ruinas de Belchite (Aragón) y Brunete (reconstruida solo parcialmente), por ejemplo.
El Caudillo quiere un “modelo oficial” de estética para el Génesis de su Régimen pero fracasa por las consecuencias de su camino al poder y convierte los cánones que pretende imponer en arquitectura en una torre de Babel: los edificios proyectados hablan un idioma distinto según las regiones sobre las que crecen, pues deben adaptarse a las posibilidades de construcción con los materiales disponibles en su entorno y la manera tradicional de edificar en ellas para responder a las necesidades obvias de albergar a la gente y para intentar olvidar lo más rápidamente posible la desgracia recién vivida.
Aparte de los inconvenientes propios de las circunstancias, se presenta otro problema: el papel de Demiurgo estaba pensado para una sola persona y a la hora de moldear la forma y cara del nuevo Régimen, fueron muchas las voces de arquitectos que quisieron opinar. Todos estaban de acuerdo en buscar en retrospectiva e introspectiva, historicista y castellano, pero no se ponían de acuerdo en qué parte del pasado querían mirar. La tendencia se quiso inclinar por el pasado de los Austrias, la grandeza imperial de Carlos V y Felipe II, lo más español y representativo de la gloria de la nación, pero también hubo ingredientes neo-románicos, neo-góticos, herrerianos… Aparte, otro enfoque se dirigirá a sus aliados italianos y alemanes, en especial a los últimos, y querrá que el modelo vaya en consonancia con las dictaduras fascistas y autoritarias de Europa.
Al final, el único elemento en común a todos los edificios oficiales sería el escudo del Estado.
Es sabio el refranero: tantas manos en el plato causan arrebato…
Fuentes:Historia del arte contemporáneo en España e Iberoamérica - José Manuel Rodríguez Martín
www.almargen.com.ar, entrevista a Ramón Vicente Díaz del Campo.
Refranero popular.
Consulta a arquitectos.
Imágenes:
www.historiademadrid.com
www.madridayer.files.wordpress.com
Uy, a lo mejor la entrada quedó más larga de lo que parecía en Word...
ResponderEliminarPues es una entrada estupenda,compañera.¡Buen trabajo!
ResponderEliminarSí, sí! muy buen trabajo adriana! =)
ResponderEliminarEstoy con tus compañeros, Adriana. Buen trabajo.
ResponderEliminarAtentamente,